Por Gustavo Aldegani
08-11-2010
Hace muchos años atrás, cuando un VP regional de una gran empresa de IT me presentó uno de los primeros dispositivos PDA (Personal Digital Assistant) le pregunté por la seguridad, a lo que me contestó que, además de la seguridad lógica, contaba con seguridad física debido a que era un dispositivo que podría ser llevado en el bolsillo y, de esta manera, protegerlo. La realidad hoy es un poco diferente.
Son muchos los casos que se registran a diario de robos de teléfonos digitales, específicamente en zonas de alta concentración de edificios de oficinas. Por otro lado es sabido que hay quienes compran estos teléfonos sustraídos sólo por el valor potencial de la información que puedan contener.
Esta es una realidad tan grave que llevó a los proveedores de este tipo de telefonía para empresas a ofrecer la posibilidad de no sólo inhabilitar un dispositivo determinado por medio de una instrucción remota, sino también a volver inaccesible su información.
Lo que resulta preocupante es que la tendencia a incorporar dispositivos móviles a la infraestructura informática de las empresas es creciente, y aunque podemos proporcionarles seguridad lógica, poco podemos hacer por la seguridad física de los mismos y menos por los malos ratos (y a veces peligrosas situaciones) a los que están expuestos los usuarios.
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